El que nace mortal, camina hacia la muerte. El que nace inmortal vive en ella.
































































Las nubes son mi casa ,la oscura noche mi morada , el pensamiento mi arma y mi defensa el papel

Este es mi corazón , hacer un buen uso de el

sábado, 29 de mayo de 2010

Dolce ( Parte I)

El sol se escondía en el que fuera a ser el primer día del fin, Los edificios ardían a mis espaldas y mi amada ciudad se iba desvaneciendo poco a poco. Ya caían las casas y los ensordecedores cañones me destrozaban el alma. Como era posible que una persona como yo acabara de una manera tan despreciable y ruín. Yo que fui esposo y padre, ahora les dejaba a su nefasta suerte, les arrojaba a los brazos de la muerte con total seguridad.
Por una parte me alegraba de ello, empezaría una nueva vida y ya nada sería como antes. Pero la culpabilidad ya corría por mis entrañas, y lo hacía a una velocidad envidiable, me retorcía el corazón de tal manera que por un momento llegué a pensar que este iba a explotar y una oscuridad impenetrable se apoderó de mi vista unos segundos. Pero fueron suficientes para darme cuenta de que debía abandonar mi escondite para salir a cubierta. Subí unas pequeñas escaleras de madera raída y desgastada por el tiempo que daban a una trampilla que no me costó mucho abrir, pasé por ella saliendo al exterior de un salto, descubriendo a mis ojos la magnífica luz de la luna bañando con su luz el impresionante navio, esa caracteristica luz plateada que a todo objeto llena de magia. pero una estampa más hermosa que su propia luz acontecia en ese momento con su ayuda, el fuego lejano se fundía perfectamente con ella formando macabras escenas en el firmamento. Ninguna estrella podía verse tras aquella exivición de magnificencia, ninguna en todo el cielo. Las velas ondeaban al viento con gran vigor y el mastil amenazaba con romperse en aquel mismo instante si el viento no cesaba de inmediato.
Miré a mi alrededor y pude hacerme una idea de las verdaderas magnitudes de la superficie del barco pirata. Era exageradamente grande y voluminoso.No había nadie ¿Pero entonces quien dirijía el barco? Entonces la ví, una mujer de largo y rizado pelo violeta hasta la cintura, sus ojos grises enmarcados en su pálido rostro inspiraban misterio y curiosidad, no podía mirarla a la cara, algo en ella me hechizaba hasta llegar al borde de la locura y su cuerpo de ninfa de los bosques no hacía más que aumentar mi obsesión, me acercaba ya automáticamente atraido por su belleza cuando ella se percató de mi presencia. pero ya las piernas no respondían a mis órdenes, se movían a propia voluntad sin que yo pudiera hacer nada al respecto. Podía ya notar su respiración en mi rostro, su pelo ondeante al viento en mi camisa. El tiempo se había parado en ese instante, la sensación de eternidad ya surcaba todo mi cuerpo, y fue entonces cuando ella me sonrió, con una sonrisa capaz de iluminar la más oscura noche y sanar al moribundo más desesperanzado, una sonrisa radiante, bondadosa, que caló hasta lo más ondo de mi corazón. Ese corazón que minutos antes se retorcía de dolor, ahora estaba más sano que nunca. Una brisa otoñal nos rodeaba y la plateada luna nos espiaba envidiosa. No podía existir un momento y lugar más mágico que este.
-¡¡Prenderle!!
Se oyo rompiendo el momento, y una horda de horrendos monstruos deformes cada uno más feo que el anterior se abalanzó sobre mi separandonos con gran brusquedad, intentamos aferrarnos el uno al otro sin resultado, cuanto más lo intentabamos más separados estábamos. escapé pero pronto volvieron a darme caza estampandome de un duro golpe contra el suelo.
Cuando desperte volví a hallarme en el interior del barco dudando de si lo que había vivido era real o un agitado sueño, poco tiempo tardé en aberiguar que no había sido un sueño ya que las magulladuras de mi cuerpo se encargaron de recordarmelo tan pronto como desperté.
Un olor pútrido llegó a mi nariz provocandome una arcada seguda de un vómito. Me encontraba en el lugar más frío, oscuro, e inospito de toda mi vida. Las ratas correteaban por mis pies sin advertir mi presencia.
por fin logre localizar de donde venía el olor que estaba poniendome enfermo, se trataba de una pila de al menos cien cadáveres de hombres atraidos por la bella hija del capitan. Atraidos seguramente de la misma manera que fui atraido yo.








CONTINUARA...

lunes, 17 de mayo de 2010

Reflexión

El amor es
tan cruel,
como divino.
Tan apasionado,
como mezquino.

Mil rosas clavadas en
un corazón de espino.

Acelera el pulso,
apacigua el llanto.
Late, late cúrate de
espanto.

El amor, es
un navio.
Surca el mar
corazón mío.
Arriad las velas.
Recoged el ancla.
Viento en las venas,
paz en calma


Amor

mil cosas quiero decirte
una de ellas esto es:

¿ Que es esto que
me hace no dormir?
¿Que es esto que
no me deja ni vivir?


Sentimiento encontrado
hace poco recobrado.
No recuerdo su nombre,
solo se que era hacía un hombre.


En mi interior,
escondido se hallaba.
Ah! sí amor se llamaba


Amalia

La historia que va ligada a esta ilustración es una historia de amor cortés. De las que se llevaban en los siglos XII y XIII( En la provenza) llevada al romanticísmo.

En el año 1821 nació la que fuera a ser mi amor imposible. Se llamaba Amalia y es y será para mi, hasta el fin de los días, la mujer más hermosa que a pisado este mundo.
No podía encontrar forma de acceder a ella, es más no había. Más de un millón de veces lo intenté. Se convirtió en mi obsesión. No comía, no dormía, no al menos sin pensar en ella, en sus cabellos rizados, en su estilizado cuello, todo me atraía de ella.
Cuando Amalia nacío yo solo tenía cinco años de edad, pero aun así quede prendado de su belleza desde aquel instante.
La ví crecer, y cuanto más avanzaban los años más lo hacía mi locura.
Cada vez era más bella y yo más pobre. Yo solo era un pintor, un simple mortal con metas inalcanzables.
¿Como podía yo hacer de ella un ser inmortal, que fuera recordada para siempre jamas y fuera admirada por todos?
La idea se me ocurrió el 3 de mayo de 1853.
Haría un retrato de ella, uno tan perfecto que perduraría sin ser restaurado toda la eternidad. El problema ahora era como entrar a su palacio sin que ella solicitara los servicios de un pintor.
No tuve que preocuparme por eso durante mucho tiempo por que el día 6 de octubre del mismo año fui llamado a su palacio en el condado de Vilches para hacer un retrato.
Allí estaba, más resplandeciente que el mismo sol, esperando a mi llegada, a hacerla inmortal.
Tres meses tardé en hacer el retrato y fue tal su ilusión por verlo, por ver como había quedado mi obra,que no pude negarle el acceso a mi austero estudio.
tanto le gustó su retrato que me pagó más de lo acordado, llebandoselo ella misma en el acto.
Fue expuesto en su habitación, donde lo veía cada mañana al despertar.
Pasaron los años y ella se casó. Fue tan mi dolor que dejé de pintar. Ya nada salía de mi mente, no tenía ideas, rechazaba los contratos y me encerré en mi mismo volviendome huraño y arisco.
Todos los días visitaba su palacio, todos los días me quedaba en la puerta con la esperanza de poder verla de nuevo.
Intenté hacer otro retrato de ella en mi estudio. Pero nada, todo lo que salía era horrible, indigno, penoso.
Muchos años duró mi pena, hasta el día en el que al fin sequé mis lágrimas para siempre.
Ese día fue el 18 de julio del 1874. Amalia había muerto y se hizo una gran misa en su honor a la que asistió toda la corte y a la que decidí presentarme.
Allí estaba su cuerpo sin vida tendido sobre un lecho de satén rojo y un ataud de roble oscuro.
(La tapa estaba abierta descubriendo su cuerpo)
Llevaba un vestido de terciopelo azul tejido a mano. El vestido plagado de volantes y puntillas marcaban la silueta delgada y bien torneada de mi difunta amada.
Me acerqué al féretro con cuidadoso sigilo y besé su frente fría y sin vida. Antes de irme me despedí de ella una última vez y, veloz como el rayo, salí de la Iglesia.


Lo que nunca se sabrá- al menos que se lea esta historia- es que en el cuadro de Amalia, en la parte inferior a la derecha pueden leerse unas líneas que yo mismo escribi tras su muerte. En ellas me despido de ella para siempre y le confieso mi amor eterno.

De no ser por Claudia esta historia no seria sabida ya que yo mismo la dije que la escribiera para mi.